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  1. Es una rosa Cherokees. La historia dice que cuando los soldados norteamericanos movieron a los indígenas de sus tierras en el Sendero de Lágrimas las madres Cherokees estaban tristes y lloraron mucho porque perdieron a sus pequeños durante el camino por la exposición a enfermedades y por el hambre. Muchos de ellos simplemente desaparecieron. Entonces los ancianos, hicieron una oración pidiendo una señal para levantar el espíritu de las madres, darles fuerza y esperanzas. Al día siguiente esta rosa comenzó a crecer justo donde cayeron las lágrimas de las madres.
  1. Es una rosa Cherokees. La historia dice que cuando los soldados norteamericanos movieron a los indígenas de sus tierras en el Sendero de Lágrimas las madres Cherokees estaban tristes y lloraron mucho porque perdieron a sus pequeños durante el camino por la exposición a enfermedades y por el hambre. Muchos de ellos simplemente desaparecieron. Entonces los ancianos, hicieron una oración pidiendo una señal para levantar el espíritu de las madres, darles fuerza y esperanzas. Al día siguiente esta rosa comenzó a crecer justo donde cayeron las lágrimas de las madres.

Amor de Verano PRÓLOGO

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Mensaje por luzoasis Dom Mar 24, 2013 11:53 am

He de suponer que aquí se pueden poner historias ¿no? Bueno, por escribir algo voy a poner el prólogo de una historia que tengo, espero que os guste Razz

PROLOGO


Hasta ahora no había comprendido todo lo que habían cambiado las cosas durante aquel tiempo. Todo era muy distinto ahora, y eso podía comprenderlo con tan solo mirar el ligero rastro de su camino.
Lo miró con detenimiento.
Él la observó entrar y ella no pudo evitar bajar la mirada azorada, mientras hacía que no le prestaba atención. Antes de darse cuenta, ya estaba delante del mostrador, y él se encontraba ante ella interrogante.
Lo miró nerviosa.
Se dijo a sí misma que solo tenía que pedirle lo que necesitaba, pagarlo e irse. Pero aquel lugar era su sitio favorito, y no podía dejar de ir solo porque ahora él trabajase allí.
Después de unos eternos segundos, cogió aire y abrió la boca para hablar.
-Necesito unos lápices muy blandos. Los más blandos que haya.
Él asintió y se giró para buscar lo que le había pedido.
Suspiró y se giró para echarle un vistazo a la librería con más calma, esperando a que su madre pagara los lápices y así no tendría que acercarse más al mostrador.
Volvió a sumirse en sus pensamientos.
Un año había sido suficiente para volver a poner su vida patas arriba. Con que facilidad inaudita había perdido todo lo que había querido.
Y por eso ahora se encontraba demasiado sola. Toda la gente que le importaba había terminado alejándose de ella. O ella de ellos.
Además, los planes de su futuro también se habían complicado radicalmente.
Acarició la esquina de un libro. Antes de darse cuenta, se daba la vuelta para caminar de nuevo hacia el mostrador y quedarse allí quieta, al lado de su madre.
¿Me habrá reconocido? Pensó.
Hacía varios años que lo conocía de vista. La primera vez que lo vio ella tenía alrededor de diez años. Desde aquella, cada verano se lo encontraba en cualquier parte como por arte de magia, llamando su atención. Y cada final de verano, él desaparecía de nuevo.
Hubo veces en que llegó a creer que era cosa del destino que los dos se encontraran todos los veranos, pero desechó la idea por ser demasiado fantasiosa y estúpida.
Mientras envolvía los lápices, se fijó una vez más en él.
También había cambiado a las últimas veces que lo había visto. Al parecer cada verano se lo encontraba con un aspecto diferente al verano pasado.
Esta vez él tenía gafas, unas gafas que le daban un toque interesante y profundo, muy distinto al del año pasado, en el cual llevaba una larga melena, ni en el anterior, en que llevaba unas gafas de aviador como si de un chulo se tratase. Ahora parecía más serio y maduro, aunque bien sabía que el aspecto jamás se correspondía con el interior de la conciencia de cada uno.
No estaba segura de si sentía algo por él. En cierto modo lo dudaba, ya que jamás se había enamorado de alguien por su aspecto, y a él no lo conocía de nada. Pero algo le atraía. Y eso no podía evitarlo.
Les dio los lápices mientras su madre le pagaba. Se dio la vuelta rápidamente murmurando un gracias y un adiós apenas audible para nadie.
Salió por la puerta pensando en que le esperaba un verano demasiado largo.
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Mensaje por Lariebel Vie Mar 29, 2013 4:48 pm

Bueno, qué decir. Ya sabes que ya lo leí y todo, y ya dejé claro que me gustó bastante en el otro foro x'D. Solo te digo que veremos si sigo tu historia aquí o allá, o mejor en los dos foros, total ewe.
Saludos Luz ;3. Que bueno es verte por aquí. Yo soy nueva, por si preguntas (?.
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Mensaje por luzoasis Vie Mar 29, 2013 4:52 pm

jajajajaja estoy en todas partes xDDDD jajajaja por donde tu quieras Very Happy pero estoy mas en el otro foro, donde quizas los suba mas rapido Very Happy
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Mensaje por luzoasis Vie Mar 29, 2013 4:53 pm

CAPITULO 1




-Menudo día… - exclamó asomándome a la ventana de su cuarto.
En el exterior diluviaba, algo muy común por los parajes de Dinamarca. Karen vive en el centro de su capital, con su madre en un piso sencillo y cómodo. En su infancia, vivió en Odense, pero tras la muerte de su padre en un accidente de coche, se mudaron hasta aquí por motivos de trabajo.
Su madre, que estaba barriendo el pasillo, dejó de hacerlo y se quedó mirándola a ella y al frío exterior.
-Ya dejará de llover. ¿Por qué no sales de paseo? Te aburrirás aquí encerrada en casa. Sal con tus amigas.
Karen y su madre, Victoria, tenían una buena relación. Tras la muerte de su padre, el carácter de su madre remitió, provocando un endulzamiento exagerado, por lo que no tenía problemas para salir o para hacer algo.
-Con este tiempo no apetece salir. Además, todas mis amigas están ocupadas.
-¿Y no sabes dar un paseo tú sola? – exclamó su madre.
-¿Con este tiempo? – repitió.
-No llueve tanto, ha llovido mucho más. Te coges un paraguas y un abrigo, y te paras en un bar. Así de paso conoces gente.
-¿Me quieres echar? – le preguntó alzando las cejas.
Su madre alzó la cabeza y la miró.
-Si así sales, sí, te estoy echando. Me desespera verte en el sofá sin hacer nada.
Suspiró mientras se levantaba para prepararse para salir.
Se sentía sin vida, y posiblemente se debía a la lluvia, ya que solía entristecerla y debilitarla. Y vivir en Copenhagen con ese defecto no era un plus en su vida.
Agarró unos vaqueros y una camiseta negra, y luego cogió un jersey para abrigarse del frío del exterior. Antes de salir en busca del paraguas se miró en el espejo.
Su melena era negra y bastante ondulada. Sus ojos eran oscuros, y su piel de un moreno apagado. Era delgada y no muy alta.
Allí, delante del espejo, se sentía normal.
Resignada, agarró por el camino su paraguas.
-Ya me voy, ¿contenta?
-¡Sí! – gritó desde la cocina su madre.
Se sintió con pocas fuerzas para discutir. Su madre terminaba con toda su energía vital. Para cualquier de los chavales de la ciudad sería la madre perfecta, pero ella no era igual que los demás. Era una mezcla entre tranquila, impulsiva y directa. Una madre como la suya era terriblemente agotadora.
Bajó las escaleras y una vez llegó a la calle se paró ante la estampa de la calle herida por miles de gotas de fría lluvia. Estuvo a punto de subir de nuevo a refugiarse a su cálido piso, pero su madre aguaba ese bonito pensamiento. Con todo, abrió el paraguas y salió a la calle sin una dirección fija.
Por el camino se entretuvo mirando a la gente y los comercios que poblaban toda la calle. Tiendas de ropa, joyerías, cafeterías, zapaterías, librerías…
Librerías.
Sus pensamientos de pronto rodaron hacia Axel, el chico de la librería. Su librería favorita.
Como siempre, se preguntó como podía haber parado él en su librería preferida, la única a la que iba casi siempre.
¿Simple coincidencia?
Le encantaba el aspecto de este verano. Con sus gafas, con su seriedad. La verdad es que le gustaban todos sus aspectos cada verano.
Se preguntó si vivía en otro lugar y pasaba allí el verano, ahí la explicación a que su chico de los veranos apareciese solo en esa época.
O quizás no encontrárselo el resto del año era simple mala suerte.
Que se compensaba apareciendo en lugares como aquel.
Sin darse cuenta, sus pasos la llevaron hacía su librería.
Se quedó allí parada, observando la entrada en su mundo. ¿Entraba? No tenía suficiente para comprar un libro así que si entraba era por simple capricho, y ella no quería que el chico pensase mal de su insistentes visitas a la librería. Cierto que era su lugar preferido, pero eso él no lo sabía.
Agarró fuerte el mango del paraguas y siguió avanzando dejando la librería atrás.
Decidió parar en la cafetería de su mejor amigo y así darle una visita. A aquellas horas estaría a punto de salir y así lo acompañaba a casa o cualquiera otra cosa que le ocupara tiempo.
Se resguardó en su interior agitando el paraguas en el exterior para no mojar el suelo. Dejó el paraguas en el paragüero y se sentó en una de las múltiples mesas del enorme local.
Igual que en su casa, observó la lluvia tras la ventana, totalmente hipnotizada.
-¡Karen! – oyó una voz masculina no muy lejos.
Karen giró la cabeza para observar acercarse a un chico de unos diecinueve años, alto, delgado, de ojos verdes profundos y con la cabeza rapada. Llevaba una camisa blanca y unos pantalones negros, el uniforme propio de su trabajo. En la camisa llevaba una placa con su nombre.
Se llamaba Edgar.
-Menuda sorpresa verte aquí. ¿A qué se debe tu visita? ¿Vienes a visitarme a mí o al local? – dijo alzando una ceja vacilón.
-La verdad es que vine a visitarte a ti – Karen le guiñó un ojo – mi madre se puso pesada para que saliese, no tenía a donde ir, vi la cafetería y decidí entrar a darte una visita.
-Mi turno terminará dentro de poco. Si quieres, cuando acabe podemos ir a algún sitio a ocupar ese tiempo libre que tienes – Edgar le sonrió.
-Me parece bien – asintió Karen.
Quince minutos después, Edgar salía sin su uniforme, vestido con unos sencillos vaqueros y una camisa negra.
-Bueno, ¿y a dónde quieres ir? – le preguntó Edgar.
Karen se asomó por a puerta aunque ya sabía que continuaba lloviendo.
-Con este tiempo no hay muchas opciones – sentenció, indicándole que no sabía a dónde.
-¿Y si vamos a la zona de los conciertos que está al lado del gran parque? Allí estaremos tapados.
-Siempre que no haya nadie, me vale.
Edgar y Karen comenzaron a caminar hasta que llegaron a su destino medio corriendo.
-Odio este viento. Así no sirve ni el paraguas – exclamó frustrada mientras se sentaba apoyándose en la pared que daba al enorme parque que se hallaba en frente.
-Te noto más pensativa de lo normal. ¿Qué te pasa? – le preguntó Edgar mirándola fijamente, una vez se hubo sentado.
-No me pasa nada, tranquilo.
Edgar suspiró.
-¿Estás pensando en él? ¿El chico de la librería?
-Axel.
-Sí, ese.
-Puede.
De pronto la conversación se puso tensa y ninguno de los dos supo el por qué.
-¿Por qué no le dices nada? Invítalo a algo.
-Ni de coña. No me atrevería, él es… demasiado guapo para mí.
Edgar se la quedó mirando como si las palabras que habían salido de su boca no hubieran tenido sentido. Y quizás no las tenían en absoluto, pero para Karen significaban mucho.
-No sé por qué te lamentas entonces.
-No me lamento. No estoy por ahí lloriqueando como todas.
-Que eres distinta ya lo sé. Pero si no vas a hacer nada olvídate de él.
Las palabras chocaron con Karen. ¿Olvidarse de él? ¿Olvidarse del chico que aparecía todos los veranos ocupando toda su mente? Aquello era imposible.
Karen se quedó mirando a Edgar. Lo conocía desde que tenían seis años. Desde aquella siempre habían sido buenos amigos, se lo contaban todo y se apoyaban el uno al otro. Por un momento, se sentía feliz de tenerlo a su lado.
-¿Y tú no piensas en ninguna chica? – se atrevió a preguntarle.
-Puede que en alguna – Edgar sonrió maliciosamente para sí mismo.
-¿Ah, sí? ¿Quién? ¡Cuenta! ¡Cuenta! ¡Cuenta! – exclamó emocionada.
-No te pienso decir quién es, pero sí que llevo muchos años colado por ella.
-¿Por qué no me lo vas a decir? ¡Siempre nos lo contamos todo! – se quejó.
-No te lo cuento porque a veces te dan ataques de maruja, y eres un peligro andante. Además de que la conoces y me da vergüenza que lo sepas.
Karen frunció los labios mientras cruzaba los brazos.
-Vale. No me lo digas.
Y no dijo nada más.
Edgar se la quedó mirando seriamente y al ver que ella se hacía la enfadada, sonrió y le dio una colleja.
-¡Eh!
-Lo siento, te la merecías, por mala amiga.
-Sí, aún por encima arregla las cosas – dijo estupefacta, mientras se frotaba el cocorote dolorido.
Edgar sonrió hacia sí mismo y no dijo nada más, mirando seriamente el parque.
-¿Entonces no piensas hacer nada? – preguntó de repente.
-No lo sé. No sé si tendré fuerzas para decirle algo. Cuando estoy cerca me siento demasiado cohibida.
-Extraño en ti, tú que eres tan directa – le dijo mirándola de soslayo.
-Ya, bueno, con él es distinto.
-Claro, ¡Es tu amor del verano! ¡Tu ángel pasajero! ¡Tu chico misterioso! – exclamó teatralmente intentando imitarla, lo que la enfureció más.
-Yo no hago eso.
-Poco te falta – y se echó a reír.
-Vale, tengo unas terribles ganas de volver con mi madre, adiós.
-¡Vale! ¡Vale! – Gritó agarrándola del brazo – estaba de broma, tranquila… Ya paro.
Karen lo miró entrecerrando los ojos y se volvió a sentar de nuevo.
-No creo que haga nada. Pasará el tiempo y me acostumbraré a verle en la librería. Llegará un momento en que comenzará a formar parte de la librería.
Edgar sonrió.
-¿Cómo una columna más? ¿O cómo un libro más? Mira que a ti te gusta leer – y a continuación se echó a reír.
Ante el comentario de Edgar, Karen no pudo hacer más que reírse con él. En cierto modo había tenido gracia.




Cuando Karen volvió a casa, ya eran alrededor de las diez y media. Edgar la acompañó hasta el portal, y pronto se perdió en el fondo de la oscura calle.
Cuando abrió la puerta de su casa, oyó risas en su interior. Al parecer, tenían visita.
-¿Mamá? – preguntó cerrando la puerta tras ella.
-¡Karen! ¿Ya has llegado? Entra, entra…
Karen se asomó al salón. Con su madre, había un hombre no muy alto, quizás de su altura, muy delgado y quizás musculoso. Debía tener alrededor de treinta años.
-Karen, este es Henrik, un amigo mío. Henrik, esta es mi hija, Karen.
Henrik sonrió y se levantó para darse dos besos con Karen.
-Encantado.
-Encantada.
Los dos se sentaron.
-Nos conocemos desde hace muchos años. Hoy nos encontramos por casualidad y lo invité a tomar un café. Está soltero y es un chico muy majo ¿verdad Henrik?
Henrik sonrió avergonzado.
-Sí, más o menos.
-Bueno, ¿y en qué trabajas? – le preguntó Karen por curiosidad.
Henrik se la quedó mirando y sonrió.
-Soy mecánico de coches.
-Ah, un trabajo interesante, la verdad – exclamó su madre.
-Bueno, si te gustan los coches sí. ¿Cuántos años tienes? Estarás estudiando ¿no? – le preguntó de repente a Karen.
-Sí, tengo diecisiete, dentro de unos meses ya seré mayor de edad. Ya terminé el bachillerato.
-¿Y qué vas a estudiar?
-No lo tengo aún muy claro. Aún tengo que pensármelo bien.
-En cuanto se acabe el verano ya tendrás que tener una decisión. ¿Piensas ir a la universidad?
-No lo creo. Es algo demasiado complicado. Prefiero algo más sencillo. Ya pensaré lo que voy a hacer.
Los dos se sonrieron.
-Bueno, Henrik, ¿Quieres algo? Un whisky, vino… - exclamó su madre de repente.
Henrik que estaba escuchando con atención a Karen giró la cabeza.
-Ah, bueno, vale, una copa pequeña de whisky, no mucho que luego tengo que conducir – y sonrió girando la cabeza para terminar la frase mirando a Karen.
La madre, a las espaldas de Henrik, le hizo gestos a su hija para que se fuera.
Karen pronto comprendió que lo que su madre pretendía era ligárselo, y se levantó rápidamente.
-Bueno, me voy a dormir que estoy muy cansada. Que os lo paséis bien.
-¿Ya te vas? – preguntó Henrik apenado.
-Eh… sí, lo siento. Bueno, otro día nos veremos.
Henrik se apresuró a levantarse para despedirse de Karen con otros dos besos.
Karen se apresuró a entrar en su habitación y cerró la puerta con llave. Se apoyó en la puerta pensativa.
No sabía si se sentía contenta o no. Su madre necesitaba dar un nuevo paso. Desde que su padre murió, hace muchísimos años, ella siempre ha estado sola, reacia a buscar un nuevo hombre en su vida, y eso que ella era joven aún. Henrik podía sacarla de esa pesadilla y montar de nuevo su vida hecha añicos. A su madre debería gustarle de verdad para arriesgar de esa manera.
Pero por otro lado, no sabía si entristecerse de que su madre quisiera buscar otro posible padre que reemplazar. ¿Sería capaz de sustituir al verdadero? ¿Ella sería capaz de aceptarlo?
Ni siquiera se molestó en encender las luces. A oscuras dejó su bolso sobre su escritorio y se asomó a su ventana, que tenía un minúsculo balcón que le permitía sentarse en él para observar toda la ciudad.
Se sentó y se abrazó las piernas observando y escuchando como la lluvia continuaba golpeando la calle y los edificios.
Había pasado una buena tarde con su mejor amigo Edgar, y había pensado mucho gracias a él en lo que podría hacer con Axel. Quizás era hora de cortar por lo sano aquella rutina cada verano. ¿Y si le decía algo? ¿Y si se lanzaba? Ella siempre había sido tranquila, pero directa e intuitiva, y siempre hacía las cosas sin importarle nada más. Carecía de vergüenza, ¿Por qué con Axel tenía que ser distinto?
Y entonces pensó en Henrik de nuevo. ¿No le prestaba demasiada atención? Supongo que era normal que la atosigara a preguntas simples como su edad y sus estudios. Aunque la atención que le daba era extraña, incluso la cohibía un poco que estuviera siempre mirando hacia ella.
Agitó la cabeza para borrar todas las ideas y miró hacia el interior de su cuarto.
Mañana era un nuevo día, y no tenía muy claro que iba a hacer. Cada vez se veía con menos ganas de salir de paseo, y no tenía muchas amigas con las que quedar.
Sin contar que hacía alrededor de año y medio que ella y su mejor amiga habían dejado de serlo. Y aún le dolía todo aquello.
Suspiró y se metió en su cuarto tras cerrar la ventana. Quizás mañana decida ir a la librería a comprar un libro.




-Ya lo he decidido, gracias a ti tengo valor para lanzarme – dijo toda emocionada Karen.
Edgar se la quedó mirando dudando sobre lo qué decir.
-Aunque, la verdad, podría estar equivocado, Karen, ¿y si te rechaza? No sabes como es, quizás sea un chulito de esos que nada más verte te ponen mala cara.
-No creo que sea de ese tipo, Edgar…
Edgar se alejó un momento para atender a un cliente. Al cabo de unos minutos volvió.
-No quiero que te haga daño Karen. No quiero que te vuelvan a hacer daño. Solo me preocupo por ti. ¿No crees que es mejor no decirle nada? Cuando termine el verano desaparecerá, y luego puede que no lo vuelvas a ver.
-Pero eso no era lo que me decías ayer – le reprendió Karen.
-Bueno, es que ayer no… - se quedó callado durante un rato, como pensativo -, ayer no había hablado con él.
Karen lo miró con los ojos muy abiertos, sin saber si debía tener miedo o estar contenta.
-¿Hablaste con él? ¿Qué di….?
-¿Karen? – Karen cortó la pregunta al oír que la llamaban, y se giró para ver quien era.
Era Henrik.
-¡Ah, Henrik! – Se levantó medio sonriente para darle dos besos en la mejilla - ¿Qué haces por aquí?
-Nada, venía a tomar algo y te vi y dije: ¿Esa no es la hija de Vitoria? Y mira tú que sí lo eras – sonrió.
-Karen, ¿No me presentas a tu amigo? – dijo Edgar mirándolos a los dos.
-Ah, sí, perdona. Edgar, este es Henrik, un… amigo de mi madre. Henrik, este es Edgar, un buen amigo mío.
Los dos se dieron la mano.
-¿Trabajas aquí? Es un bar bonito.
-Sí, llevo un año y medio ya trabajando aquí. Nunca te he visto.
-Sí, bueno, es que no estoy casi nunca en Copenhagen, vengo solo a pasar el verano.
-Ah, interesante…
Los dos se quedaron mirando durante un rato.
-¿Quieres que te invite a algo? – preguntó de repente Karen.
Henrik la miró al instante y sonrió.
-¡Claro!
-Edgar, nos traes… ¿Qué quieres tomar, Henrik?
-Una cerveza, si tal.
-Bien, una cerveza y para mí un agua, como siempre.
-Ya veo que bebes sano…
-Sí, no me gusta beber mucho las bebidas con gas…
Henrik y Karen se fueron alejando del mostrador dejando a Edgar con la palabra en la boca. Ni siquiera le había terminado de decir aquello a Karen, y posiblemente ella ya se haya olvidado en cuanto apareció aquel tipo.
¿Quién era? Parecía que tenía treinta años. Era ya muy mayor.
¿Y si por su culpa no le decía lo que tenía que decirle a Karen? ¿Y si ella iba a hablar con Axel? ¿Qué iba a hacer?
Resignado, cogió un vaso grande y lo fue llenando de cerveza.




-Sí, si ya me lo imaginaba. A veces uno se mete cada golpe que parece que no te levantarás. Pensaba que era un patoso y el único que resbalaba… - Henrik y Karen se reían animadamente en una de las mesas del bar bajo la atenta y curiosa mirada de Edgar.
-Pues no. Es un lugar peligroso. Aquí llueve bastante así que la calle se pone muy resbaladiza. A veces mis amigos y yo nos sentábamos allí a ver como se caía la gente. Era muy divertido… - Karen se echó a reír.
-Pues sí la verdad. Yo solo me reía con solo verme caer a mí.
-Me hubiera gustado estar allí, la verdad… Bueno, ¿Y que te gusta de aquí?
-Pues… todo es muy bonito… Hay muchas tiendas, y a mí que me gusta leer, pues las librerías de aquí son perfectas, enormes, y preciosas…
La mente de Karen se vio en un lugar muy lejano, quizás se había ido a su librería favorita donde ahora trabajaba su Axel.
-¿Karen? – preguntó Henrik al ver que la chica estaba en otro mundo.
Karen lo miró como una tonta. Se había olvidado de Axel por un momento. Hace un rato Edgar le iba a decir algo importante sobre Axel pero Henrik le había interrumpido y la había echo olvidar lo que quería hacer.
Por un acto reflejo miró a la barra buscando a su mejor amigo, pero se dio cuenta de que hace poco que su turno se había acabado.
Ya no estaba allí.
¿Cuánto tiempo había estado allí con Henrik?
-Lo siento, Henrik, tengo unos recados que hacer y casi se me olvidan. Tengo que irme.
-Si quieres te acompaño – se ofreció levantándose a toda prisa al mismo tiempo que ella.
-¡No! Digo… necesito… hablar con unos amigos, y luego he quedado con alguien. Si tal otro día te pasas por casa y nos das una visita ¿vale? Me lo he pasado bien, hasta otra.
Y salió corriendo del bar.
En el exterior había dejado de llover. ¿Dónde estaría Edgar? ¿Estaría en su casa? A aquellas alturas ella tenía previsto ir a la librería. Aún tenía el dinero para su libro guardado en el bolsillo. ¿Sería capaz de ir sin saber aún lo que Edgar había hablado con Axel?
Después de pensárselo, corrió hacia la casa de Edgar con la esperanza de que él estuviera allí.
El cielo amenazaba con volver a descargar su furia sobre Copenhagen, y ella no llevaba paraguas.
¿Cómo se había entretenido tanto con Henrik? No lo comprendía.
Al fondo, vio el edificio donde vivía Edgar. Con rapidez, se acercó a la puerta y todo el botón de la puerta de su mejor amigo.
-¿Sí? – se oyó una voz femenina.
-Soy Karen, ¿Está Edgar?
-Sí, espera…. – se oyó un ruido – Que quieres… - se oyó de repente la voz de Edgar.
-Edgar, antes me tenías que decir algo importante. ¿Puede bajar? Quiero hablar contigo.
Edgar suspiró al otro lado. Se hizo el silencio, y Karen no tardó en verlo en el interior del edificio en dirección a ella.
-Me dijiste que habías hablado con él… ¿Qué… dijo?
Edgar puso cara seria, y aquello le asustó.
-No hablé mucho con él. Entré en la librería por curiosidad, y me acerqué a él y le pregunté si tenía novia. Me miró con mala cara, y me dijo que no le iban los tíos. Le dije que a mí tampoco, y que si tenía novia. Me dijo que sí. Le dije si no le llamaba la atención alguna danesa de aquí, y me dijo que no, que todas eran feas…
Karen lo escuchó con mucha atención, intentando no derrumbarse. ¿Axel tenía novia? Era normal, porque él era demasiado guapo. Su mundo comenzó a derrumbarse.
-¿Ninguna? – preguntó a media voz.
-Ninguna… - sentenció él, como si pretendiese decir que ella estaba incluida en el grupo.
Karen se llevó las manos a la cara intentado no echarse a llorar. Odiaba llorar, pero aquello le afectaba.
Y era estúpida, Edgar tenía razón, era mejor que se hubiera olvidado de Axel. Él estaba a otro nivel. Ella creía que no lo quería, pero el dolor era tan grande que comprendió que lo amaba. Lo amaba demasiado.
Había cometido el error de soñar con una oportunidad, pero ella nunca la había tenido con nadie. ¿Por qué con Axel iba a ser distinto?
Sintió los brazos de Edgar rodeándola. Ella se echó a llorar en su pecho.
-Tenías razón, soy una estúpida…
-Olvídate de él. No merece la pena.
¿Sería capaz de olvidarse del chico que había ocupado su corazón durante tanto tiempo?
Él trabajaba en su librería preferida.
Tenía que asumirlo.



Cuando llegó a casa eran alrededor de las once de la noche. El cielo había sido bueno y había retenido sus balas durante todo el trayecto desde la casa de Edgar.
Se sentía sin fuerzas, y subió las escaleras como una muerta viviente.
-Hola cariño. Qué tarde llegas hoy, raro en ti… - le dijo su madre desde la cocina cuando la oyó entrar.
-Sí, me entretuve, lo siento.
-No pasa nada cariño. ¿Quieres cenar?
-No tengo hambre. Estoy cansada, me voy a dormir.
-¿Estás bien? Últimamente estás muy apagada.
-Sí, estoy bien. Oye… ¿Ayer ocurrió algo con Henrik?
-No. Bebimos unas copas pero luego se marchó muy deprisa – dijo su madre apenada.
-Vaya… Buenas noches – terminó diciendo mientras abría la puerta de su habitación y entraba suspirando.
Pronto se dio cuenta de que la pantalla de su portátil estaba encendida. Alguien le había hablado.
Se acercó y se sentó en su silla abriendo el mensaje.
“Seguro que aún estás enfadada. Quiero demostrarte que he cambiado. Te hecho de menos”
Todo se quedó en silencio, y apenas ella podía respirar.
Hacía muchos meses, demasiados quizá, que su mejor amiga y ella no se volvían a hablar. Karen quería olvidarlo todo e incluso a ella si así era más feliz.
¿Por qué tenía que ser tan terca? ¿Por qué?
Karen en aquel momento no pudo hacer otra cosa que volver a derrumbarse ante todo. No podía echar de menos algo que no tenía, porque no tenía nada que echar de menos, así que solo pudo pensar que no había nada perfecto en su vida.
Pensó en Axel, pensó en Edgar y pensó en Henrik. Y pensó en su amiga Hanne.
O quizás no tan amiga.
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Mensaje por aitzi Vie Abr 05, 2013 10:00 am

(:
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Mensaje por Lyricalgirl Vie Dic 06, 2013 2:39 pm

Mmmm... me llamo la atención! Postea más así veo si me engancho Smile
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